Veamos ahora un truco para no perder la magia de un buen diseño
Hay una frase muy buena del diseñador milanés Massimo Vignelli que dice:"Si en el proceso de resolver un problema tú creas un problema, obviamente no diseñaste."
A menudo esta frase me sirve para comprender cuando hago las cosas bien y cuando, aunque las haya empezado bien, las estoy llevando mal.
Cuánto más se complica un diseño, cuántas más vueltas y vueltas se le da a una idea se pierde la perspectiva y la frescura, se manosea el arte de tal manera que el producto, aunque correcto, deja de tener esa claridad expositiva y atractiva que todos los diseñadores perseguimos. Y cuando se pierde ese "aire fresco y natural" de "niño" recién nacido, se entra en una especie de espiral abocada al fracaso o cuando menos al caos gráfico.
El truco está en no olvidarse nunca de esa frase. "Si en el proceso de resolver un problema tú creas un problema, obviamente no diseñaste."
Lo mismo que un pintor ha de saber en qué punto finalizar su obra y no seguir llenándola de pintura, un buen diseñador ha de saber en qué punto parar y entregar su boceto o en qué punto detenerse para exponer su trabajo y poder orientar sus siguientes pasos. O, lo que es más importante, hasta qué momento no permitir que nadie interfiera en su trabajo.
Para poder aplicar este truco, lo primero es percibir en qué punto del diseño comenzaron los "problemas" es decir, cuando las personas que no entraban en el proceso comienzan a dar opiniones carentes de base profesional y movidas solo por su gusto personal, como: "ahora ha perdido la gracia", "¿y si pones otra foto más atractiva? o la más común "¿y porqué no en otro color?". Frases así son claros idenficativos de que el diseño no va por buen camino. Pero a menudo los diseñadores, convencidos de nuestra capacidad de convencer con nuestras primeras ideas, ignoramos esos pequeños brotes de desconfianza y mantenemos nuestra línea gráfica, perfeccionando detalles en el boceto, o lo que es peor, complacemos esas peticiones de gusto personal sin base gráfica. Es entonces cuando tras aguantar un envite más, nos llegan adjetivos del tipo: "soso", "deslavado", "ambiguo", "triste", "oscuro", etc.
Nadie se fija en esa proporción auréa que tanto nos costó conseguir en aquel minúsculo espacio o en cómo combinamos dos tonos de un mismo color para producir una sensación de elegancia sin perder la visibilidad de un texto. Todo se reduce a simples adjetivos, normalmente de crítica no muy constructiva. Llegados a esta etapa de los "adjetivos"... ya hemos llegado tarde y si no nos paramos y analizamos el problema el caos gráfico será, finalmente, inevitable.
Yo desde que percibo cuando empiezan realmente los problemas me paro y pienso, a partir de esta "opinión" no diseñaste, vuelve a ese punto e identifica lo que intentaron decirte. De esta manera me resulta fácil encontrar en qué punto del diseño debo retomar el trabajo y aplicar nuevos parámetros para solucionar el "problema visual" surgido.
Todo sea por no acabar entregando un diseño y que el resumen de tanto esfuerzo de horas, ideas y bocetos sea algo como: la idea era buena.. pero "no sé qué te pasó, que la perdiste".
Y lo que sucedió simplemente es que "no diseñaste", más bien te diseñaron.
martes, 10 de abril de 2007
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